Me miró con
los ojos de quien lo ha perdido todo. Como si todas las vidas posibles entre
los dos condujeran al inminente fracaso. Pero sin importar cuantas historias
que sin comienzo derivaban al mismo final, sin importar el silencio, siempre teníamos
una cita en la entrada de la escuela. Él, como siempre, vigilaba el tráfico
estudiantil y al pasar por su lado a través de la reja de fierro que separa los
carros y la calle del campus, al rozar su camino, ambos nos reconocíamos de
otras vidas.
¿Quién es usted?
Tal vez él y
yo, nos hemos querido